En el
eterno
transitar
de los
momentos
se sienta
a esperar
la misma
muerte,
que me
sigue
por tus
calles,
que se
arrastra
tras
la sombra
de mis horas,
que
me engaña,
ataviada
con tacones,
un vestido
abierto
a los costados
y un paso
de milonga
que me pierde.
Entonces
tu esencia,
Buenos Aires…
tu gente,
tu río
sin plata,
tus veredas
anchas,
el azul
de tu cielo,
tu música
tan
triste,
tan
hermosa,
me salvan
de la
muerte.