Oh paloma hermosa, oh paloma preciosa, tan ingenua y tan blanda, tú que te dejaste atraer por el aullido de un lobo herido.
De haber sabido, que solo te esperaba pena y amargura, tu paloma hermosa, que con tus alas te acurrucaste en las fauces del lobo como nido.
Tu paloma preciosa, que pronto tus alas blancas como el lirio, acabaron siendo el aperitivo del bravío canino, que no supo cómo amar ni desear.
¿Acaso yo no sé amar como es debido? Mis alas se mancharon de sangre mientras te cantaba mi llanto, mi corazón fue perforado por el artero de tu rencor. Y mis lágrimas, curando mis heridas como río sagrado acariciando las esquinas de mi cuerpo bendito.
Oh lobo maldito, oh lobo austero, contempla el vuelo de mis alas llenas de dolor y sangre, revoloteando con bonanza y vida, presta para dejarte con tu pena, de la cruz de tu condena.