Hoy, hubiese querido despertar con el sabor de la miel de las flores de tu prado,
Con los ojos rasgados por un sol intimidado tras el ébano que te acoraza.
Y en las sábanas atrincherados, tras las guerras en que nos servimos cada anochecer.
Pero hoy, desempolve el hipogeo, donde la infinidad de tus intimidades posan embalsadas.
Puesto que mi corazón es un roto cántaro, que súplica remendarse con el dorar de tus ojos.
Y, puesto que tu corazón es implacable marejada, que me ha barrido las palabras, al encontrarlas fútiles.
Hoy... el dosel que creía por cielo sucumbe, flamígero y callado, y yo sin prisa espero el beso de las llamas