El miedo arropa como el frío.
Te hace temblar y… ¡paraliza!
Y si, la conciencia neviza,
provoca un paisaje sombrío.
El miedo se ha vuelto un rocío
que cae en la tarde plomiza,
que muy lentamente agoniza
cayendo en el fondo vacío.
El miedo se envuelve en la escarcha
que truena y que siempre se escucha
que va congelando la marcha
causando hipotermia de lucha...
¡El miedo es sutil contramarcha,
que frena la fuerza canducha!