Existe una historia de un lago en un bosque
que parece estar olvidada del tiempo
y en sus aguas pervive un ángel que esconde
la belleza transparente y polizonte
que conlleva ser de la natura espejo.
En el lago se recogen las estrellas
cuando en el cielo se aparecen desnudas
más las ruborizadas brisas y nieblas
se conjuran con fragor en la contienda
y el afán del disimulo con alburas.
De sus aguas beben los seres fantasmas
que en el bosque tienen su paz y refugio.
Guardan su silencio, su silencio guardan,
para no enojar al ángel de las aguas
que el bosque venera dormido en su mundo.
Los árboles trazan su perfil galante
en ruedo de espadas que apuntan al cielo,
el sol en el día le obsequia donaire,
la luna se baña con gracia de amante
y el bosque le brinda morada y secreto.
La vida del lago transcurre en la calma
de la hondura del bosque también callado
donde el herrerillo o la tórtola parda
le hacen reverencias y a veces le cantan
en adoración al ángel de sus aguas.
Un cisne engreído de cuello importante
llegado de lejos, repitiendo historia,
descansa su vuelo sobre ondas brillantes
que el ángel le brinda con trazo elegante
y él se mira hermoso en su piel soñadora.
El rugir de un río en el lago se duerme
cuando en primavera la vida lo asalta
con la espuma blanca nacida en corriente
del loco periplo que el río acomete
hasta darle reposo a su intemperancia.
Su voz es profunda como oscura es su alma
por eso lo acuna en su estática esencia
el ángel del lago, ese ángel que aguarda
en los avatares, reflejos de plata,
que arcano misterio se torne en leyenda.