Solo hay tiempo para sobrevivir;
el límite de las cavilaciones
permite cero vacilaciones;
las huellas fenecen en el sufrir.
Algunos, lloran el sol de frente,
bajo los hombros lacerados,
sin cobre en bolsillos vaciados
ante la mirada de su gente.
Otros, ahogados en la pena
deambulan como hojas ajadas
vencidos con las manos atadas
pálidos sin comida ni cena.
La mayoría, sonríen convencidos,
vituperando a los anteriores,
del trabajo se creen merecedores
por el hombro ven al afligido.