En la quietud de la noche, cuando el mundo se calma,
mi mente teje sueños de lo que nunca fue.
Nos veo caminando por senderos dorados,
tomados de la mano, sonrientes, sin sombras del ayer.
La brisa acaricia tu cabello, mi mano lo siente,
en un parque donde las flores murmuran nuestro nombre.
Tus ojos brillan con promesas de un futuro,
que nunca llegó, que solo en mis sueños se esconde.
Nos veo compartiendo risas en tardes de verano,
tu risa, una melodía que aún resuena en mi corazón.
Construimos castillos de arena en la orilla del mar,
donde las olas susurran secretos de nuestro amor.
En una pequeña casa de paredes blancas,
te veo preparando el café, mientras te observo.
Nuestro hogar lleno de risas, de noches estrelladas,
de susurros en la oscuridad, de un amor sincero.
Nos imagino en días de lluvia, acurrucados,
bajo una manta, compartiendo historias y sueños.
Tus ojos encuentran los míos, llenos de verdad,
y por un momento, el tiempo se detiene.
Pero el amanecer llega, y los sueños se desvanecen,
dejando solo el eco de lo que nunca fue.
Los momentos imaginados, tan vívidos y claros,
se deshacen como el rocío bajo el sol del nuevo día.
En la realidad, el lugar a tu lado está vacío,
y la vida sigue su curso, sin piedad.
Pero en mi corazón, esos momentos viven,
recordándome lo que pudo ser, lo que nunca será.
Y aunque el dolor de tu ausencia sea constante,
los sueños de lo que nunca fue me consuelan.
Porque en ese mundo de fantasía, estamos juntos,
y nuestro amor, aunque imaginado, es eterno.