Setenta y ocho años, son los años que no tengo.
Son el tiempo que he vivido, con más luces que las sombras,
y he dejado mucho bueno, en todo lo transcurrido.
No sé cuántos son los años que sí tengo por vivir,
pero no han de ser muchos supongo
porque es un hecho sabido lo de la finitud humana.
Y no tendré tanto que hacer, la mayoría ya lo hice:
hijos y nietos benditos, árboles y algunos libros…
Muchos años ya no tengo y pasaron como un soplo,
como dijera mi padre, en un abrir y cerrar de ojos.
Pero no he vivido en vano, salvo algunos desperdicios.
He ganado en experiencia y hasta en alguna sapiencia
que me permiten vivir en la calma necesaria
esperando dar ese paso a la luz definitiva.
Son muchos años, la pucha, los años que ya no tengo…