Te marchaste tranquila y sonriente
y mi pena pudiste ignorar;
y sin darle importancia a mi llanto
triunfó tu maldad.
Si corrieran mis lágrimas tristes
recordando tu imagen sin par;
de mi sangre la savia fluyera
de gran dignidad.
Es posible que nunca tu encanto
mi memoria podría borrar;
más tampoco se borra de mi alma
tu cruel falsedad.
Tu sonrisa tan dulce y tan tierna
con la cual me llegaste a engañar;
en mi vida será la bandera
de oscura ruindad.
Las heridas que ingrata causaste
se que un día tendrán que sanar;
pero amarte de nuevo, traidora;
será ingenuidad.
Es por ello que nunca en la vida
a tu lado podré regresar;
ya que fuiste la musa perversa
sin luz de piedad.
Autor: Aníbal Rodríguez.