Estoy dejando de pelar con mi realidad, aquella que me muestra ése lado que no quiero ver, que es oscuro y que me lastima. Aquella que me hace ver lo que simplemente no quiero guardar en mi memoria.
Estoy aprendiendo a tolerar la inevitable tristeza resultante de estar viva. Es difícil aceptar que se tiene que aprender a vivir con dolor, no todo es alegría o color de rosa.
Estoy siendo consciente de que debo convivir con ella aunque no siempre está dispuesta a cederme un poco de felicidad. Y no me queda más que aceptarla y pasarla con unos buenos tragos amargos de impotencia, con ojos hechos mar, ilusiones derrumbadas, esperanzas fatigadas y algunas máscaras de felicidad.
No me ha quedado más que seguir y esperar ése día en el que se le antoje regalarme una sonrisa aunque sea por un momento. Igual seguiremos unidas aunque yo no la acepte por completo, aunque nunca estemos de acuerdo.
Estoy haciéndole frente porque ella no se dará por vencida ni yo tampoco. A veces siento que pierdo fuerzas y el camino lo veo cada vez más largo. Aún, a pasos cortos debo seguir y que pase lo que tenga que pasar.