La distancia diluye los besos adeudados
en una difracción de aire caliente y carburo quemado.
Aspiro hasta explotar mis reverencias con el tiempo.
Dejo caer mis botes salvavidas
con el fuel medido hasta tus brazos.
Mares de zargazos entre medias romando las hélices,
orcas juguetonas con las quillas y los cascos.
Cuando cierro los ojos activo el modo ahorro
y dejo cosquillear a tu melena en los hervideros de mis sueños,
sobre mis párpados salados de nostalgias en tu nombre.
- Nadie te sazona como yo -
En mi absoluta agonía de vacío,
aparecen tus manos
encadenadas en oro
y esposan al hambre de mi boca
llevándola a la cárcel de tu pan
dulce y tierno de ese vientre
que libera albatros para mí.
Cuando cierro los ojos nadie más se atreve contigo.
Soy el que te opaca la luna para que luzcan mis estrellas
y te guíen de vuelta a mí
tras cualquier indecente tormenta.
Mi verga se retuerce sobre tí,
anaconda que constriñe a tu deseo
de saberte tan amada que un golpe más de escamas partiría tu espinazo para poderte tragar en una digestión con las manos atadas a la espalda.
Quiero que me grites hijo puta
que me des tu sangre sucia
que me escupas en la boca
y que te tragues mi semen
El asesino y el suicida jugando al póker con el poeta de mirada perdida.
Sólo te hago viva entre mis brazos.
Sólo se muere este espejismo
cuando abro los ojos
y no encuentro tus palabras,
bengalas entre las marejadas de mis miedos.
Y me dejas solo en tu fortaleza
A la sazón de tu misericordia
por un día más sin tu canto de sirenas.