Hace ya un año, cada jueves,
cuando el reloj marca las cinco en punto,
dos almas se encuentran en un amor furtivo.
De cinco a ocho, en un rincón escondido,
donde el mundo exterior queda en olvido.
Un año ha pasado desde aquel primer encuentro,
sus miradas furtivas se cruzan, llenas de complicidad.
Pocas palabras, apenas susurros que acarician sus oídos,
pero sus corazones laten en silencio,
con tamborileo apasionado.
Las miradas se entrelazan, cada vez más intensas,
las palabras se convierten en caricias temblorosas.
que encienden su piel.
Cada encuentro es una aventura,
una danza secreta entre dos cuerpos que se anhelan.
Ríen a carcajadas por chistes compartidos,
sueñan con un futuro juntos, aunque saben que es imposible.
Sin importar nada más, conscientes de que su amor es prohibido,
un oasis de pasión en medio de la rutina.
El tiempo vuela como un pájaro en el cielo,
cada minuto es oro, un anhelo precioso.
Las risas se desvanecen, las luces se atenúan,
y el amor se convierte en una sinfonía apasionada.
A las ocho en punto, llega la hora de las despedidas,
un último abrazo que encierra un universo de emociones.
Un último suspiro que sabe a promesas incumplidas,
un “hasta luego” que suena a llanto.
El temor se apodera de sus corazones,
la incertidumbre crece como una sombra.
¿Se volverán a ver en la próxima semana?
¿Podrán seguir alimentando este amor prohibido?
Cada jueves, de cinco a ocho, la misma canción,
un amor prohibido, una dulce tentación.
Pero cuando llega la despedida,
surge la triste melodía de la separación.
Así pasan los jueves, en su romance clandestino,
un amor profundo, puro y divino.
De cinco a ocho, viven su pasión a escondidas,
dejando todo al azar, al destino, a la suerte.
Y con tristeza callada, se despiden,
hasta el próximo encuentro, cuando se unirán de nuevo.
Son compañeros de trabajo diario,
cada mirada llena de deseo,
cada palabra es un susurro de amor.
Pero un jueves, el reloj marca las cinco,
y el rincón escondido queda vacío.
El amor prohibido ha llegado a su fin.
No más “hasta luego”, no más “te necesito”.
Solo queda el recuerdo de aquellos encuentros furtivos,
la fragancia del café y la música jazz en sus memorias.
Un amor que jamás olvidarán,
aunque ahora solo sea un eco en el pasado.
Gonci 01/05/2024