Con paso lento
seguía en el camino
el fiel caballo.
Tras él un asno,
llevaba el mismo paso,
y cabizbajo.
La edad pesaba,
en esta caminata
que era muy larga.
Ambos, cansados,
llevaban como escolta
a muchas moscas.
Eran, el Rucio,
que nombra Sancho Panza
y el Rocinante.
Junto al molino,
citado, de la Mancha,
está El Quijote.
Nuestro Quijote,
galán y aventurero
y soñador.
Lleno de amores
por una Dulcinea,
hace locuras.
Y yo suspiro,
de nuevo al recordarle,
con mi \"cordura\".
Porque le imito,
quizás sin darme cuenta,
en la distancia.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/06/24