El amar te hace llorar.
El amor no es primavera.
Mezcla la felicidad
con momentos de tristeza
en un vivo tobogán
que sacude la entereza
probando si eres capaz
de soportar la aspereza
que los sentimientos dan
y que esconde su belleza.
El amor es voluntad
de subir una escalera.
Cuando se ama en lealtad
las cosas se hacen pequeñas.
Nunca das conformidad
a lo que haces o deseas
porque aspiras a lograr,
con la intención más perfecta,
de lo que la vida da,
la mejor de las cosechas
y poderlas ofrendar,
como un ramo de azucenas,
a ese amante personal
que te espera en la escalera.
Un buen día al pobre Juan
el amor llamó a su puerta
y se vino a enamorar
como nunca lo estuviera
de una chica casi igual
a una hermosa diosa griega.
Y se puso a imaginar
nuevos planes y quimeras
con la firme voluntad
de ofrecerle las estrellas
y así comenzó a escalar
poco a poco su escalera.
María no quiso a Juan
de la forma que él quisiera.
No hubo hoguera en ese hogar
ni llama que en él ardiera
porque la única verdad,
y que Juan no pudo verla,
es que María jamás
estuvo muy predispuesta
a cambiar su libertad
y una vida de soltera
por el arduo y duro afán
de estar subiendo escaleras.
Que María quiso a Juan
es una mentira cierta
y su amor fue tan fugaz
como del barco su estela.
El amar es afrontar
los designios en pareja
más no pudo el pobre Juan
amar por él y por ella
y se evaporó su plan
por alcanzar las estrellas,
resignándose a esperar
olvidado en su escalera.