Concédeme la llave de la ultratumba, donde arrojaste a los viejos mozos que te hicieron reír y supieron herirte.
Permíteme la desnudez, frente a la celda que llevará tu nombre, y así, posar bajo tu ahinco como un sacrificio al aire libre.
Confía...
Y ahí, que la gloria te colme, que la muerte me aguarde y, que los tugurios que llevo en las yemas de los dedos, forjasen riñas y bailes al deslizarse por ti, sin herirme.