Con un giro
de peonzas
se libera la poesía
que guarda la fragancia
del almoraduz
en el alféizar verde
desprendido de las rejas.
Todos conocen
que ahuyenta a los insectos,
pero sólo quieren mirar
por el cristal que no se rompe
la música del salón de baile
con las cortinas de encaje.