Quería danzar, detrás del cristal que la embellecía,
al ritmo ritual, que su corazón de cuerda movía.
Quería mostrar su rojo vestido que siempre lucía,
y lo daba todo, en un baile eterno que no la inhibía.
Era la testigo, única y discreta, que nos comprendía,
que callaba todo; porque a nuestro a amor lo descubrió un día,
entre las caricias y los besos tiernos, que me proponías,
en aquel sillón, que a la adolescencia, no la contenía .
Hoy extraño el tiempo del sensible arrullo de su melodía,
y me parte en dos que no estemos juntos como aquellos días,
porque aun siendo viejos con toda mi alma te demostraría,
que el amor eterno que siento por vos nunca moriría.