Con el sol cerré los ojos, y el sueño me trajo tu imagen, era nítida, el bronceado de tu piel inigualable. Tu mirada café me trajo recuerdos con sabor a tarde de merienda, con suculentos panes.
Te senté en mis piernas, tu peso me supo a gloria; susurré a tu oído las palabras más tiernas, y cual gatita te fuiste acurrucando, no era lo mismo pensarte que sentirte.
Los besos se fueron derramando uno a uno, por tus labios, por tu cuello, por tu hombro estremecido; y te fuiste abandonando al calor de mis brazos, al susurro de mis versos, dijiste: “me estás matando\" ...y te herí con la ternura de un amante capaz de hacer de tu agonía un momento tan sublime, “no me dejes viva\" me dijiste; y fui matando tus ansias, que también eran mías, se murió el latir por el desbocado devenir de un alocado corazón que no temía los infartos, se hicieron gemido los susurros, los dedos marcaron territorios, diestros en el teclado de dos cuerpos que se hicieron uno solo. Y morimos los dos en ese sueño, para despertar y decir desde mi alma: ¡oh Dios, cuánto te amo!
(VOZ DE TRUENO)