Un segundo, solo bastó un segundo,
para pasar del calor de tus suaves brazos
al blanco frío de un quirófano
Solo un segundo bastó para saltar
del mar de tus ojos, a la nada
a un mundo ciego, sordo y mudo
que apretaba cada vez más mi garganta
que no me permitía decirte adiós.
Un segundo, solo un segundo bastó,
para sentir dolor en el corazón,
un latido agónico, un golpe feroz,
un segundo nada más
para perder el aliento, la voz.
Y ya, no pude decirte adiós.