surcando los momentos

Alma errante

Alma Errante
En un rincón olvidado del alma,
donde los sueños se desvanecen en la calma,
vive un eco de nostalgia y esperanza,
un susurro perdido que aún danza.
 
Caminé por senderos solitarios,
bajo cielos de estrellas, milenario,
buscando respuestas en el viento,
persiguiendo sombras, sin aliento.
 
El mundo giraba en su compás eterno,
mientras yo, errante, cruzaba el invierno,
con los pies desnudos sobre la arena fría,
donde la luna besaba el manto del día.
 
Los recuerdos eran mi única compañía,
fugaces imágenes de una vida mía,
perdidas en el tiempo y la distancia,
llenas de amor, dolor y fragancia.
 
Atravesé valles de lágrimas silentes,
donde el sol nunca besaba las corrientes,
y subí montañas de esperanzas rotas,
cada paso pesado, cada meta remota.
 
En la encrucijada de caminos sin fin,
donde el presente se cruza con lo que vi venir,
encontré un espejo de mi propio reflejo,
un alma perdida, buscando su viejo.
 
En sus ojos vi la historia de mil viajes,
caminos andados, antiguos paisajes,
y en su voz, un eco de mi propio anhelo,
un canto triste, un lamento en el cielo.
 
Me habló de amores que nunca florecieron,
de promesas rotas que se desvanecieron,
y de la lucha constante por encontrar
el lugar en el mundo, el hogar, el altar.
 
Escuché con atención cada palabra,
mientras mi corazón, dolido, se alzaba,
entendiendo al fin la lección del camino,
que la búsqueda es en sí el destino.
 
Con renovada fuerza, continué mi marcha,
consciente de que el alma siempre se ensancha,
con cada paso dado, con cada sueño perdido,
con cada amor encontrado, con cada dolor vivido.
 
Porque el alma errante no busca un final,
sino el constante fluir, el viaje vital,
y en cada giro del camino, en cada despedida,
descubre un nuevo comienzo, una nueva vida.
 
Así, sigo mi andar, sin mirar atrás,
con la esperanza como guía, firme en paz,
porque en la errancia del alma está la verdad,
que en cada paso incierto, se encuentra la libertad.
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