Manuel Calderon Alvarez

El Octavo día

 

Y así se siente al octavo día,

Un silencio fúnebre en tu ausencia,

Y aún en compañía, soy solo una presencia vacía,

Aunque el sol se alza, los días se tornan grises.

 

Contemplo el cielo mientras sorbo mi café en la penumbra,

Y aunque mi familia me espera en la sala,

Tu presencia etérea me envuelve, parece tan sacra,

¿Dónde estás, si no conmigo, mi amada gala?

 

 

¡Qué caprichosa es la vida!,

Recuerdo aquella noche, mientras llorabas,

Incluso en mi dolor, jamás dejé de amarte,

Es en tu ausencia que descubro el verdadero amor.

 

Estoy aquí, pero me hallo perdido,

Tú no estás, pero te siento cercana,

No comprendo, me siento un impostor en la vida,

Mis colegas murmuran, yo no estoy, pero tú me llamas.

 

Así es cuando amas sin ser amado,

Cuando encuentras a tu otra mitad,

Pero la pierdes en el abismo,

Lo siento, pero siempre te amaré.

 

Debo partir, pequeña,

Pero tú puedes quedarte en mis aposentos,

Lleva contigo todo mi amor,

Y mi corazón si así lo deseas, eres su dueña.

 

Me voy, no sin antes hacerte una promesa,

Te desearé hasta el final de mis días,

Y en el futuro, deberás amarte sin tregua ni prisa,

Como lo hace mi corazón, ahora y siempre, sin dudas ni desdichas.

 

Es así, mi niña,

Debo adentrarme en mi tormenta,

Pues no pude salvar la tuya,

Pero aborrezco partir con la esperanza perdida.