Después de su abrazo
sentí un vacío inmenso,
como si la vida,
en su ironía,
se burlara de mi anhelo.
Nunca besé sus labios,
y ese beso
será un sueño perpetuo,
una fantasía inconclusa
que danza en mi mente.
Los besos son fugaces,
chispas de pasión
que se apagan rápido,
dejando rastros de deseo
y nostalgias silenciosas.
Pero los abrazos,
oh, los abrazos...
son anclas en medio del caos,
son refugios de calma
y certezas momentáneas.
En sus brazos
encontré la paz,
la seguridad de pertenecer,
la sensación efímera
de estar en el lugar correcto.
Ahora, sin su abrazo,
navego en un mar de ausencia,
aferrándome a ese instante
donde todo tenía sentido,
donde el mundo
se detenía en su calor.