Es hambre universal de ser amado
lo que me elige, me acecha y golpea;
es el hambre que siempre en mí desea
al esclavo amante nunca saciado.
Contra él no hay ningún hombre en el pasado
ninguno a la intemperie o en cueva o aldea,
ninguno en regio palacio que sea
alma esquiva de su poder alado.
Y al no ser más que ningún precedente
así yo habré de amarte, sin promesa
huera, ni artificio, ni don de gente
¡Qué convoquen los románticos esa
pretenciosa aspiración insolente
de la que reniego y nunca fui presa!