Cuando niño me mirabas con un lápiz;
Hoja por hoja, llenándolas con fulgor.
Que fácil sueña un carente de malicia
Con alcanzar cometas con tu mano a mi favor.
Tú, libreta rayada con crayones vencidos,
Siquiera sabes cuán afortunado era aquel hombre,
Que alto como rascacielos, pero cercano como vecina al chisme
Tuvo en sus manos el amanecer, pero prefirió las ataduras.
Pasaste a verme solo como un invitado,
De esos que entran a tu casa sin pedir café.
¿Llegaste a sentir la brisa?, aquella que dibujo a mi lado
A un joven ahuyentado, viéndote al otro lado de la pared.
Ofréceme esa mano, la que dejó crónicas devastadas;
La que derrumbó muros sin quitarles las columnas.
Cuidado, no la dejes mucho tiempo alzada,
Tal vez tu llamada no se vaya a responder.
Mira con atención y verás de nuevo al niño
Que lleno de cariño te dibujaba coches corriendo en bosques.
Recuerda masticar con la boca cerrada,
No sea que en un descuido te deshagas
De la mano que no quiere que detengas su florecer.