Calma aparece como tu rostro en mi pantalla,
como el primer rayo de sol que saluda la ventana,
después del dolor punzante del frío por la mañana.
Calma está a un mensaje tuyo,
a una charla conmigo,
a un recuerdo tardío
y en la punta de tu lengua
Calma ya no es tu hombro o tu abrazo,
ni el sillón o el llanto.
Tampoco las risas.
Calma susurra una bolsa girando lento en el viento en la ciudad y su caos
Y calma me abraza aún sin ser tus brazos después de escuchar tu voz.
Hoy,
tu ya no eres mi Calma,
y aún así la encuentro
en lo que me trae el viento.
Y como el viento es tuyo,
y ya aprendí a ser bolsa,
aprenderé a ser aire
para fluir en mis prosas (y con las cosas,
también)