¿Por qué la epidermis púrpura del manto rebosante
no envuelve el Partenón estrellado de mis reliquias
benevolentemente?
Mis huesos calcáreos cercenados de vientos clandestinos,
su gis aún firme en lontananza circularmente hacia la
alienación de una brújula mamífera.
¿por qué ante manos insaciables se
derriban islas en las entrañas?
¿por qué ante semblantes marmotas se desvanecen
en el furor letárgico de sus pensamientos
de junio endiosado?
¡Monarquía soberana de retornos cerebrales!
con el perdón de zurcir incomprensiblemente
en la penumbra de mi templo sombrío arrebujado
de briza seminal, y ahora su incomprensión de nudo
dantesco cabalgando en nombre de Don Quijote de
La Mancha, hasta la desnuda distracción incidental al,
boceto indefenso de perturbaciones amaestradas.
¡Oh derrotas narcisistas cayendo en el torso parvulario!
¿Qué más quieres vestir mi alma con el plumaje
moribundo del mundo hasta agotarla insaciable
de sus noches oscuras de blanco desamor?