En una esquina de la vieja taberna,
olvidada bajo la tenue luz de lámparas de gas,
la vieja reina del Blues se sienta en su trono.
Su voz rasgada, como el filo de una navaja,
sus ojos cargados de abismos de historias que no cuenta.
Al igual que sus años, que no se pueden contar.
Acompañada el llanto de una armónica que se mezcla con el humo,
Y a las notas desgarradoras de una guitarra que ha visto todo.
Ella canta para quien quiera escuchar,
susurrando secretos al viento, como un eco en la noche.
Nadie sabe su edad, ni cuántas lunas ha visto.
Sus manos arrugadas por el tiempo acarician las cuerdas,
mientras su alma se desangra en cada nota.
Es la guardiana de los blues, la dueña de la melancolía.
Quizás fue amante de un vagabundo,
o quizás cruzó el Mississippi en un tren de vapor.
Tal vez perdió un amor en un callejón oscuro,
o bailó con el diablo en una encrucijada.
Acompañada por el llanto de una armónica,
y las notas desgarradoras de una guitarra.
Ella canta su Blues, para quien quiera escuchar,
susurrando secretos al viento, susurrando sus años de lucha.
Gonci