Una de tantas nostalgias de Boris Gold
Después de dar tantas vueltas
entre mareado y cansado,
abrazado a tantos chicos
la consigna es divertir,
el caballito tan dulce
con alma de calesita,
toma tan solo un descanso
en un sueño...de aserrín.
Su casita es un terreno
en un barrio suburbano,
la suerte de su relincho
está atada a la ilusión,
de un montón de risas puras
y una infancia agradecida,
es parte del inventario
y sortija...de emoción.
El carrusell tiene un dueño
que camina despacito,
pues los años ya le pesan
de tanto y tanto girar,
hicieron que pareciera
el enano de algún cuento,
su barba blanca es de nieve
y sus ojos...verde mar.
Vive inmerso en las historias
de un montón de cosas lindas,
con bullicios infantiles
que con ganas vio pasar,
se dio cuenta que era hora
de tomar la calle larga,
y con duendes y payasos
un vals triste...bailará.
Él lo tiene muy presente
que se acerca ya el momento,
en que un DIOS calesitero
a su lado llamará,
vendrá el barrio acongojado
a rendirle su homenaje,
y en un avioncito rojo
hasta el cielo...volará.