No hay secretos en el agua transparente
de fontanas, de los ríos, de las lágrimas,
y debiéramos velar por nuestras ánimas
con esa agua para hacernos más decentes.
Agua fresca que es y forma la corriente
tras tormentas con la lluvia acompañante
derramando su pureza desafiante
y dejando sus sonidos inocentes.
Las heridas de la tierra son el germen
dador del fluido vital de sus entrañas
y vestimos su belleza campechana
construyéndole embalses, diques y puentes.
El agua es vida de pasado y presente
y existe empeño en que no tenga futuro
porque el hombre, jefe y dueño de este mundo,
a las leyes naturales no se aviene.
El mar llora, como cualquier ser viviente,
y se queja de los tratos recibidos
por quien piensa que esto es un juego de niños
y se acuesta entre egoísmo y después duerme.
Nuestro barco sigue el rumbo hacia poniente
con deriva de naufragio adelantado
porque somos incapaces de amoldarnos
a ser agua cristalina de las fuentes.
Agua fresca sobre flor hecha relente,
agua sucia de cloaca pestilente,
esas son las dos opciones que nos vienen
y esperemos elegir la conveniente.