David Galán Parro

A cada siete días

A cada siete días,

por unas pocas horas,

tengo la dicha

de tus labios habitando los besos;

tus ojos, la mirada;

tus manos, las caricias;

y tu voz, las palabras.

 

La verdad es que ya me acostumbré

a esos siete días

en que estos moradores andan ausentes

¿o me resigné?

 

Mejor no pensar en la diferencia

porque «el amor no debe tener prisa» dicen…

 

Y sin embargo este imperativo romántico ofende

en el intersticio atroz

en que soy un hombre lleno de casas deshabitadas.