Cuna y piel.
Y esa única gota de salado rocío
que atravesó en un parpadeo glorioso,
tu cuerpecito y el mío.
Gimió tu carne en mí, en una alborada de miel
De un junio del pasado siglo.
Cuna y Sangre,
Y vos, sólo vos,
la dulce amapola que yo misma
acuné en el silencio de aquella noche
de un rasgado y pleno plenilunio.
Pedacito de solcito tibio que fuiste
lloraste tu llanto de vida en el mío.
Mecida en tu canto repetido en sueños
y en ese añoso viento antiguo,
resuenan todavía mis lágrimas de amor
a la sombra de los mil desencuentros.
Arrullo aún mi voz y mis versos tristes
en vos, niñita que fuiste,
niñita-mujer de mirada de ojos oscuros,
en los que fueron y todavía son para mí:
¡Tantos recuerdos felices!
(Patricia)