Llevo años soñando con el preludio de la arena
En este junio de olas contenidas.
Llevo, agarrando con el pecho, tus almenas atardecidas,
Sostengo la brisa de su nocturnidad
Y el frío que eriza la piel a los que sufren abandono.
No obstante, etéreo, vuelo al tiempo de las cerezas,
A la eterna rebeldía del aire de las mariposas,
Y, aún con el presentimiento
de la palpable obsolescencia del reloj,
Aún así,
Abrazado a Fauré,
Bailo en la lejanía de la nueva Jerusalén
Una pavana ceremonial
Para poder entrar,
Para poder llover
Por sus jardines de geranios
Esparciéndome como la humedad
De una efímera aurora,
Y nada más
En todos estos años,
Nada más.