Cada vez que pienso en ti, reflexiono en la piedad.
Sigo sin entender, cómo de la ternura ibas al odio.
Pedías que, no me afanara ya qué, no hay verdad.
Tal demanda, era para mí, un inoportuno oprobio.
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Te pienso, mientras camino, por la vieja callejuela.
Todos los viejos recuerdos, ahora, están presentes.
Voy lentamente y, se torna visible, la vieja escuela.
Ya no se escucha nadie, el alumnado está ausente.
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En verdad, se llenó de tristeza mi alma, al recordar.
Evoqué la frase de mamá en: “Amor de estudiante”.
No sé si cantaba ese tango, solamente, por fastidiar.
Sin embargo, para mí, tanta verdad era humillante.
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¡En mi visita, a esos viejos lugares, llegó tu recuerdo.
Supe de tu muerte, pero de ti, siempre me acuerdo!