el brujo de letziaga

Heme aquí en el parque.

Heme aquí en el parque..., respirando muy hondo junto a los verdes pinos que me invitan a su cita bajo un cielo que me parece inmortal, ya que siempre estuvo ahí con sus variables chismes, unas veces azules y otras plomizos a quién sepa apreciarles...

 

¡Son las doce en el reloj! La hora de más luz y en este momento no tengo inspiración y me pregunto: ¿Qué escribiré hoy? Desde este mirador tan peculiar de la transparencia, que avanza lentamente infundiendo su concordia entre la brisa del mediodía y mi tedioso aburrimiento.

 

De pronto se me aparece una dosis de buena suerte..., y atisbo una mujer que al igual que una diosa me aporta su delicada hermosura, causándome deslumbre y desgobierno como si fuera mismamente una belleza de telenovela a la que contemplo fascinado y, furtivamente la expreso un olé de admiración por su inmenso escote, al que me gustaría invadir sutilmente pero ya sé que vivir no es soñar, pienso que podría ser mirar...

 

Por eso la mirada resiste su caminar ya que ella me seduce con su fuente de belleza y la sigo bordeando todo su escaparate postrero lleno de curvas y contornos cuando se va alejando con mi pulso ya bastante acelerado y sin alivio.

 

¡Detente! la digo con mi pensamiento, se trata de vivir o morir. Pero ahora mismo y como siempre, acabo de ver pasar un cielo con mi sed de catarata al que no logro besarle... pero si he sabido apreciar y escribir el prodigioso colmo de una presencia femenina al aire de ésta fábula de parque.