El bus rueda repleto de gentío
hablando cada cual de sus vivencias;
se oyen murmullos, risas, confidencias,
y ninguno presagia el desafío.
Un rucio alza su voz de escalofrío
y grita sin pudor, con exigencias,
remarcando que existen diferencias
entre la urbanidad y el descarrío.
¡Silencio, que molestan vuestras voces,
grullas errantes, gruid en el desierto!
Farfulla con palabras bravuconas.
Sembrando el estupor y el desconcierto
con ignominia y odio pega coces
y con vileza él mismo se corona.