Tratemos con serenidad y mesura
de la vida y el sentido de los sueños
que nos llevan en penosas singladuras
a respirar bocanadas de aires nuevos.
Comprobemos su carácter de aventura
que nos deja en la completa libertad
y nos salva de ingresar en la locura
porque todo en la locura es el soñar.
El sueño es la licencia que tiene el hombre
para sentir la liberación más pura
en un mundo donde no hay un horizonte
que conjugue la razón y la cordura.
Es la vida como un páramo acotado
por decencia, por pudor o integridad,
Por nobleza, por decoro, por recato,
que nos hacen no ser libres, no volar.
A veces nos dormimos y no soñamos
y otras veces soñamos sin voluntad;
esto es así, queramos o no queramos,
porque el sueño es un caballo sin domar.
Tal como la hierba es el sueño de la tierra
es la esperanza el alimento del sueño
y es la llave para abrir la primavera
cuando nos viene a traición un duro invierno.
En los sueños no ha lugar para los tiempos
más le ofrendan al recluso sometido
sus murallas convertidas en el viento
y sus lluvias convertidas en buen vino.
¿Quién discute la realidad del sueño?
¿Quién se atreve a comentar lo que ha soñado?
Nadie puede regresar del viaje eterno
una vez que terminó y nos despertamos.
Aquí dejo en cuatro letras mal escritas
una simple reflexión hecha consciente
sobre una sombra con aura celestina
que en mi descanso acompaña y me sorprende.