Cristian Gil

Tierra primordial

De mis marrones ojos despega un vuelo acrobático,

con inversiones y rizos, una mirada.

Que aterriza en los tuyos, cafés oscuros,

que adornan una sonrisa roja, tibia y disimulada.

 

Un festival aéreo de lo intangible,

de lo que no se dice, pero se sabe.

 

Desde el lila de mis dedos, largos y algo torpes,

mí índice y mí pulgar despliegan una morada caricia de misterio.

Un cariño tímido, que juega con el calor de tus labios,

retoza en el rosa húmedo de tu piel, llena de colores sabios,

con aroma a primavera, a tierra fértil,

de césped verde, a juventud veinteañera.

 

Los atrevidos rojos y naranjas, empañan el aire de calor desbordado,

Los negros deseos cautivos avivados.

Detonando una tormenta, que es solo mía,

de rayos blancos perfectos, que azotan tu orilla.

 

Dulcemente al oído te cuento una travesía,

la de buscarte en mis otras vidas. 

 

Oscuras también son las sombras, espiadas por la pálida Luna,

del vaivén de dos cuerpos buscando oro o el color de la fortuna.

La ansiedad se disfraza de vino, de fusionarme con tu ser,

como aquellas dos copas teñidas de Malbec.

 

Me hidrato del transparente líquido que brota de tus poros,

del manantial turquesa que surge de tus montañas nevadas.

Una bandera blanca reclama dos tierras conquistadas.

 

Acompañando un suspiro plateado, un susurro celeste,

cómo del cielo alcanzado.

Las grises cenizas yacen sobre tu cuerpo,

de los ardientes confines de mí tierra,

de mi volcán activo, de mi pecho agitado.

 

Con la satisfacción y el cansancio de una batalla ganada,

aunque en este caso una batalla empatada.

Ocre la rutina que se desprende, que vuela y cae.

Amarilla la ilusión, que me atrapa y que me atrae.

 

El tiempo, como el gris humo se desvanece, sin dueño

y con un manto esmeralda se cubren nuestros sueños.

 

Abro los ojos y la ventana marfil me deja ver,

que de unos azules heridos se viste el amanecer.