El brillo de la luna presente en mi vista perdida,
billones de estrellas oscuras en mi triste sentir,
los mares abundantes yacientes en mis pupilas,
la muerte vigila al despertarme y dormir.
Mi sangre impaciente derramada quiere ser,
las voces de mi cabeza me impulsan a ceder.
Mi corazón me dice seguir y hacer el bien,
los entes lo interrumpen, arder me quieren ver.
Reuniones con la parca me atormentan y me atrapan,
visiones de mi muerte en féretros y ataúd.
El tiempo que se rompe, el reloj que se estanca,
¿son avisos o amenazas? Mi camino es como lanzas.
La tierra del panteón avistante en mi talón,
las flores de las lápidas marchitas en mi interior.
La frialdad me abraza como cuba con limón,
la tristeza me atrapa como gangrena en varón.
Mi aferro es grande, mi soledad es insaciable,
esto es como ruleta, pero sin las balas de un cañón,
pero explosivo como las bombas en Japón.
Busco respuestas alzando mi cabeza,
pero no soy escuchado, tal vez le da pereza.
Tengo la certeza de mi innata cabeza,
lo que escribo y digo no a todo mundo le entra,
pero es el repertorio de los sentimientos que me acechan:
vida, amor, respeto, rencor, tristeza y confusión
son los factos que alumbran mi razón.
El mundo quiero ver unido en comunión,
pero mi tiempo en esta tierra se acorta sin razón.
Como Cristo, siento la agonía y desesperación
antes de ser llevado a la crucifixión.
Quisiera cambiar el rumbo de mi via buscar un escape a la esfera sin salida y el asfalto seco sea un blanco azulejo donde pueda encontrar la paz a lo lejos.