Me dijo: “¿Qué puedes hacer entre cuatro paredes?”
“No hay paredes; las paredes están en tu mente”.
En realidad, aunque había cuatro paredes, mi mente no se enfocaba en ellas. Se enfocaba en lo que había fuera de ellas.
Estamos en un mismo lugar, pero nuestra mente es diferente.
“Hoy quiero llevarte a donde realmente debes estar”, me dijo.
Era mi subconsciente, tratando de liberarme.
Mi cautiverio se reflejaba.
Era cada día más senil, atrofiado por el paso del tiempo, desgastado, sin ganas de vivir.
Volvió a decirme: “Quiero liberarte”.
La sordera no me dejaba escuchar.
Había algo por dentro que no podía evitar.
El ave fénix me haría renacer, dejando la prisión y empezando un nuevo ser.
No hay más cuatro paredes, solo libertad.