Desearía no haber estado,
pensado y sabido;
desearía no estar sintiendo y solo ablandarme;
desearía solo estar mirando lo somero del mundo, no lo que me habita,
no acechar con resentimiento las memorias que ahondan al futuro;
desearía solo afligirme por la lluvia o por el sol como los viejos;
desearía convenir horas y sentir el espacio como aquel ser volante;
desearía ni siquiera poder hablar, tampoco leer;
desearía no conocerme aunque lo gratifique.
Desearía como la vida al gato y el gato a la vida,
no compungirme y menos temerme,
a otros maquinar pero no acecharme;
desearía la raíz como la tierra o el agua a la mar,
ser plegable a lo dicho y no querer manejarme;
como alguna flor, solo vive pero algo la mantiene.
Desearía el cigarrillo que ahora fumo, abrasarme,
ser ceniza disolvente,
y no un alma perenne;
desearía la savia secular,
una materialidad nada exigente;
desearía ser habitante de la candidez.