Expuesto
al peligro viviente,
inhalando
la última molécula,
mis ojos
se convierten en pozos de agua
donde los pájaros y las nubes se detienen
para descansar por un momento.
El tráfico pasa
a través de mi corazón,
vestido con plumas,
como clavos afilados.
Puedo
escuchar
el choque de mis huesos
contra la explosión de luz metálica
en el pavimento ardoroso,
saborear
la sangre de la tarde
muriendo en mi boca abierta.