Se marchó el sabor a fresa
vivía en amaneceres
preñados de esos placeres
nacidos de tu promesa.
Amor que nunca regresa
de un corazón embustero
que te cautiva primero
y en seguida te destrona.
Se marchitó la corona
en el oscuro sendero.
Una espina me desgarra
clavada la llevo en mi alma
me susurra en fría calma
que mi carne no es bizarra.
Suena en la vieja guitarra
un nostálgico bolero,
de soledad compañero.
Lloran manijas sin horas
son de mis cuervos pastoras,
de mi tristeza lucero.