Matias 01

Encuentro

Cuando toda mi amargura se diluya

en la muerte fácil,

todo ese ardiente dolor será arena y ceniza

estéril al galope del azar.

 

Tú, pequeña ave insaciable del aire,

vendrás a rescatar mi rostro

del martirio de la vida, en la expiración del día

cuando las sombras caen

arrastrando un nombre hasta el pozo

de los deseos perdidos;

Tú, vendrás porque has dejado tu sangre

en mi sed vertiginosa

que se defiende de los buitres de las soledades.

Y además porque tu mataste al hombre

para dejar al niño a tus pies

con la mano vacía.

 

Ahora el horizonte sangra -como si la luz sufriera-

como una gran herida que guía

los heroicos pasos que cruzan

por el borde de la tarde con sus flores lilas.

 

¡Yo sé que tu estarás allí -para mí- sonriendo!

Por eso este sombrero avanza

apoyado en el silencio de su infortunio,

silbando de buena gana

como un demente o quizás como un filósofo

del insomnio

hasta llegar al sitio

donde la mañana circular me llene de misericordias.

Tu estarás allí, amor, encima y debajo

de mi alma, mientras voy subiendo, como siempre,

desde tus pies

hasta mi estrella.