Renovaciones.
La partida del astro rey, atrae penumbra,
consentimiento hacia el nuevo ciclo que emerge.
La indulgencia se manifiesta plateada, inmaculada,
iluminando el manantial con majestuosa incandescencia,
el sonido de la cascada en las rocas generosa melodía,
armonía eterna que vibra en el aire infinito,
despertando a la doncella prístina de su letargo,
quien suavemente se estira, mientras silenciosa,
acompañada de luciérnagas, se eleva sin gravedad,
como estela transportada por el céfiro.
Diosa o espíritu del bosque y la aurora,
se despereza de su letargo con gracia etérea,
llega a la orilla del lago levitando.
Sus curvas reflejan la suavidad del musgo,
su cabello, un rio descendiendo hasta la espalda
senos sensuales pureza y existencia, cálidos y vitales,
piel esencia de luna, frágil y translúcida,
susurros de placer en cada caricia del viento,
sus labios, delicados pétalos rosados, exhalan vida,
su risa, el canto de aves al amanecer.
La madreselva al percibirla le recibe,
así transita, con delicadeza lo selvático.
Cual flor marchita advierte, le besa gentil,
y con nuevos bríos, recobra la anhelada esencia.
Alza las manos y el roció se hace presente,
gestando nuevas existencias al lugar mustio.
Desde la cúspide del árbol más alto, en la lejanía divisa,
dragones de hierro, despiadados y malévolos,
vomitando corrupción nauseabunda,
mancillando de humo letal el cielo cristalino.
Un espectáculo de oscuridad y agonía,
arboles caen con gritos silenciosos.
En la maquinaria voraz del ser humano,
raíces brutalmente arrancadas, heridas abiertas,
arrasadas por el fuego, humo sofocante.
El verde convertido a desierto muerto,
donde la vida floreció, ahora yace inerte.
¡ Las bestias metálicas carecen de piedad,
sufre la tierra, el espíritu clama desgarrador
es un lamento que nadie escucha !
El ser en su éter esmeralda, sufre acongojado,
ante la bruma de muerte.
Le es ininteligible porque la nube negra,
ataca sin piedad lastimándolos,
y la desmedida hambre, de bestias dentadas que devoran el bosque.
La musa se aproxima a los árboles muertos,
por a cada uno de ellos, una lágrima cristalina desliza por su mejilla.
el dolor envuelve la atmósfera silenciosa,
hojas caen sin cesar ante el dolor,
de lastimar sin pensar, sin importar.
Cabizbaja la espiritualidad, ha dejado de flotar,
el color esmeralda, ha ido perdiendo brillo.
lamentaciones fluyendo sin cesar al ocaso,
demasiado daño a la existencia que nos da vida.
Donde cada lágrima fue derramada en impotencia,
un nuevo retoño nace cerca de sus hermanos mayores,
lamentablemente, no podrán defenderlos.
Con la llegaba de la aurora, hay transformación.
El espíritu, piel agrietada, color gris, adiós esmeralda
tristeza y rocío impregnando en el ambiente.
La escarcha, le cubre con diamantes,
mientras cual polvo confuso, se desvanece.
Único vestigio del espíritu, la foresta renovada,
el bosque nuevamente verde complacido,
da las gracias a su guardiana benefactora,
que cada anochecer, renueva la fuerza y sustento.
Permitiendo contemplar la belleza de la naturaleza,
que parece pequeña, ante tanta atrocidad.
¡ ¿ Hasta cuándo podrá ser así ? !
Mientras descansa sueña con la utopía,
los humanos, testigos de la devastación, incrédulos,
finalmente abren los ojos a la desesperada condición.
Manos que devastaron ahora plantan con cuidado,
con esperanza y arrepentimiento en cada indicio.
Rayos de condenación, proclaman las voces de los muertos.
¡ La lucha nunca termina, el ciclo continúa !
Pues los dragones prosiguen arrojando su resplandor ígneo.
La desgracia del ser humanos yace a sus pies,
la podredumbre de su ponzoña ya se extiende al mar.
Elthan.