Dulce patrimonio de la memoria, hija del cielo y del demonio, fecundado entre el disturbio, parida en plena guerra, goza su reflejo de recitar su luz, dibujada en sombras, tu mirada se volvió poema, de la sobriedad ajena, del mundo interior.
Susurra suave el amor, creciendo en simetría compartida, de un recuerdo sosiego, duerme la guerra en tus enaguas, acariciando el alma con la mirada.