RICARDO V

Puñal de enamorada

Aquel día no lucía

el sol sobre las montañas,

la primavera dormía

sobre una tierra agostada,

las nubes se oscurecían

cargadas con amenazas

y la vida de alegría

se fue llorando de casa.

 

Aquella vez no sabía

lo duro de las desgracias,

la severa travesía

que la soledad abarca,

que la tristeza tenía

la capacidad amarga

de emborronar una vida

que hasta ayer ilusionaba.

 

Aquel día amanecía

como todas las mañanas,

pero algo distinto había

en tus gestos y mirada

que indicaban que querías,

lo que nunca imaginara,

acabar la fantasía

de una vida enamorada.

 

Aquella decisión fría,

que me imagino tomada

por razones escondidas

y hasta ese día calladas,

me causó sangrante herida

con sorpresa conjugada

que con dolor y desdicha

siento que llevo grabada.

 

Aquel designio venía,

como sombra agigantada,

retando nuestra armonía

con sutiles añagazas

que en gotas de noche y día

preparaban tu escapada

tras una actitud arpía

que ni vi ni me esperaba.

 

Aquella, tu despedida,

fue puñal de enamorada,

pues mi corazón sentía

un sentimiento de magia,

porque yo, yo te quería,

con un amor sin mortajas

a pesar de nuestras riñas,

riñas que con risas pasan.

 

Aquel día no lucía

el sol sobre las montañas,

la primavera dormía

y tú te fuiste de casa.