Una palabra, Madre, se me impone,
como ancho caudal de ceremonias.
Palabra residual abierta a los abismos,
ya ves, estoy aquí, vengo a entregarme.
Vengo a decir que te amaba como un loco,
que vos, fuiste para mí, lo más hermoso.
Miles de flores olí desesperadamente,
buscando tus olores, amor, de primavera.
Mil pieles encadenadas a mis pieles,
buscando aquella suavidad perdida.
Mil bocas abrí mil veces con mi boca,
y, después, obras mil y mil caídas
y un millón de palabras envenenadas,
ferozmente devoradas, para olvidarte.
(Del libro Poemas y cartas a mi amante
loca joven poeta psicoanalista; Ed. Grupo Cero)