El recuerdo se desvanece
como escarcha en el césped
a inicios de primavera.
El sol brilla, encandila y canta.
Los colibríes juegan con las
abejas alborotando las lavandas
La naturaleza se desnuda
como
despidiéndose de aquello que
nunca le correspondió.
La oruga desmantela sus capas,
y el niño se despide
del pasado.
La lluvia remueve la tierra,
brotando las ásperas espigas,
el hombre cegado, camina
por las astas del destino.
Transmuta, grita y delira
en el vaivén de lo vívido.
La primavera muda a
verano, y el verano retorna a otoño.
Avanza, la relojera siempre en movimiento
como burla de la propia vida
y la alegoría de ser humanos.
Así,
lo cíclico,
las estaciones,
el atardecer,
la luna y sus fases,
marea, pero
también reconforta,
como la quietud del ayer,
y el viento frío en la madrugada
La comodidad de lo conocido
se opone al porvenir.
Volver atrás,
siempre atrás
simulando los brazos de una
madre
y el balanceo de una canción de cuna.