Las cosas pasan,
no por mero azar.
florecen en la senda,
fértil fronda terrenal.
Lo que sucede es por algo
y si es malo el desenlace,
luego emana lo magnánimo.
El no, lucha fecunda
hacia lo imposible,
nada sepulcral,
es fe inmarcesible
y crepuscular.
El sí, camino posible
que decanta virtud,
edén celeste
radiante de luz.
El toque celestial
es atisbo que avisora
la definición crucial,
que devela
lo que se atesora.
Brotan circunstancias,
llenas de amor y bondad,
que cubren de honor,
el don de la hermandad.
A la luz del sol,
se expande el vínculo,
exaltando el sacramento,
bendito por Dios,
en su tiempo perfecto.
Los compadres juraron
amarse perennes,
ahora son enaltecidos,
por siempre,
en el abrazo fraterno y
fehaciente,
pues no existe ocaso
que no se levante,
en el momento justo
del talante,
ese ser suculento
que destella bellos instantes.