SOMBRAS DEL SILENCIO
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En la penumbra del callejón, donde las sombras se entrelazan como amantes furtivos, yace un misterio envuelto en el silencio de la noche. La luna, testigo silencioso, derrama su luz plateada sobre el cuerpo inerte que reposa sobre el adoquín frío.
El viento susurra entre las rendijas de los edificios, llevando consigo el eco lejano de sirenas que anuncian la llegada de la ley. La escena está congelada en el tiempo, como un cuadro macabro pintado con tintas de sangre y desesperación.
Alrededor, las sombras danzan, proyectando figuras difusas que se desvanecen al menor atisbo de luz. El aroma metálico del crimen se entremezcla con el perfume de las flores marchitas que trepan por los muros descuidados.
Los ojos del difunto, aún abiertos, reflejan la sorpresa eterna de quien se encontró con su destino en el momento menos esperado. Sus labios entreabiertos parecen susurrar secretos que solo el viento conoce, mientras sus manos frías aún aferran un objeto que promete desvelar la verdad oculta entre las sombras.
Y así, en este escenario poético criminal, donde la realidad y la ficción se entrelazan como amantes en un baile eterno, la ciudad guarda celosamente sus secretos, esperando ser descubierta por aquellos valientes o insensatos que se aventuren a desentrañar la verdad entre los hilos invisibles del destino.